Champagne Supernova

10.3.07

La turba iracunda

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Disco de la quincena: "Yours Trully, Angry Mob", de Kaiser Chiefs

El primer impacto causa sorpresa: no están los oooooohhhh!!! y los aaaaaaaagghhh!!! que los hicieron famosos, y los lalalalala aparecen con cuentagotas. ¿Acaso los Kaiser Chiefs han perdido el atractivo que los hizo uno de los actos más populares del britpop versión 2.0? ¿Será que su intento por ser tomados en serio los ha llevado a abandonar sus rasgos característicos? En suma... ¿quieren los "malos Blur" -como oportunamente los calificó Liam Gallagher- ser considerados una banda por derecho propio, aún a costa de perder su frescura original?

No tenemos respuesta para todos los interrogantes, pero algo es seguro: "Yours Trully, Angry Mob", el segundo trabajo de estudio de Kaiser Chiefs, es un intento de sonar más "serios" que en su disco debut ("Employment", editado en 2005). Así, las letras ahora están impregnadas de crítica social ("The Angry Mob"), relaciones fallidas ("Heat Dies Down") y el alto precio de la fama ("Thank You Very Much").

Pero el problema central es que no había nada malo en "Employment" e, irónicamente, la banda logra los mejores resultados cuando retoma la línea del sonido despreocupado que con tan buenos réditos tomó prestada de Blur. Así, "Ruby" es una canción pop perfecta, que sigue la fórmula "ponele el nombre de una chica en el estribillo y no fallarás" (que con tanto éxito probaron desde los Stones con "Angie" hasta, más recientemente, Oasis con "Lyla") y logra su cometido: tres minutos y medio de disfrute liviano sin mayores pretenciones. "The Angry Mob" y "Learnt My Lesson Well", por su parte, son tan pegadizas que sonarán en nuestros oídos por meses, mientras que "Love Is Not A Competition (But I'm Winning)" y "I Can Do Without You" despertarían la envidia del mismísimo Morrissey.

Por supuesto que las imitaciones a Blur siguen presentes: "Try Your Best" es una versión actualizada de "This Is A Low", al tiempo que "Retirement" parece sacada directamente de "The Great Escape". Entre medio se cuela la bellísima "Boxing Champ", tal vez la mejor canción del disco, que es delicada y ridícula a la vez. Parece que el quinteto de Leeds quiere alejarse de sus héroes... pero no tanto.

Lamentablemente, el resto del disco no aporta demasiado. Las estridentes "High Royds" y "Everything Is Average Nowadays" suenan a refritos de "Na, na, na, na, na" y "Everyday I Love You Less And Less", al tiempo que se extrañan las bellas baladas retro que aportaban tan buen balance y diversidad a "Employment".

En resumen, los Kaiser Chiefs triunfan cuando son fieles a sí mismos, y fracasan cuando quieren disfrazarse de lo que no son. Después de todo, no hay nada de malo en los ooooohhhh!!! y los aaaaaaaaghhh!!!

Calificación: 7

11.2.07

La esperanza en el sonido

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Disco de la quincena: The Good, The Bad And The Queen

"Llamando a otros sonidos, ustedes allí en los mares. Hoy todo es monótono y tenue en una pequeña y malhumorada islita de gente confundida". Damon Albarn dedicó la primera mitad de su carrera a convertirse en una celebridad verborrágica, y pasó la segunda intentando demostrar que es un artista serio. Luego de grabar algunos de los mejores discos de los ’90 al frente de Blur, emprendió una búsqueda personal y sonora que lo llevó a extremos tan disímiles como el hip hop electrónico de Gorillaz y la música africana de Mali. Pero nunca es suficiente, porque Albarn es un hombre en constante búsqueda, un artista incómodo e inconformista, siempre a la espera del siguiente proyecto, la próxima experiencia.

"The Good, The Bad And The Queen" es, entonces, un nuevo escalón en su camino. Desde el principio queda claro que, como todo lo que hizo desde 2000 a esta parte, es más un disco solista que un trabajo de equipo. Puede haber reunido a un verdadero dream team musical (de hecho, cuenta con la colaboración nada menos que del bajista de The Clash, Paul Simonon, el guitarrista de The Verve, Simon Tong; y el baerista Tony Allen de Africa 70), pero el líder indiscutido es siempre Albarn. Es su hipnótica voz la que da vida a las canciones, son sus demonios y fantasmas los que pueblan las letras.

Algunos compararon a este disco con "Parklife", la aguda crítica social a la Inglaterra consumista que editó Blur en 1994. Pero, a nivel sonoro, poco hay en común entre ambos trabajos. En todo caso, "The Good…" remite más al Blur de "Modern Life Is Rubbish" ("Kingdom Of Doom", "80’s Life") y a algunos tramos de Gorillaz ("Herculean") que a aquél magnífico disco paradigma del britpop. Sin embargo, hay un hecho ineludible: una vez más, Albarn asume el papel de cronista de su tiempo, en canciones que son pequeñas postales del Londres siglo XXI.

La melancolía lo cubre todo, puebla las canciones y se pasea sobre la guitarra espectral de Tong, el discreto bajo de Simonon y las maquinales baterías de Allen, para finalmente descender sobre la frágil voz de Albarn. Así, la nostálgica "Behind The Sun" es un canto a la inocencia de la infancia, cuando las cosas eran más simples, mientras que la preciosa "80’s Life" es casi un grito desesperado: "no quiero vivir una guerra que no tendrá fin en nuestro tiempo". Por su parte, los tracks centrales del disco ("Herculean", "Kingdom Of Doom") muestran que su capacidad de escribir estribillos impecables sigue intacta, al tiempo que "A Soldier’s Tale" y "Green Fields" nos traen al Albarn más honesto en años.

A menudo se acusa a Albarn de parecerse más al perfeccionista insufrible que al creador torturado. Suele decirse que su música nace de su cerebro y no de su corazón. Sea esto verdad o no, hay un hecho indiscutible: estamos, cada vez más, ante un artista inclasificable, un viajero incansable en búsqueda permanente. El mismo lo deja en claro en "80’s life": "La esperanza yace en el sonido".

Calificación: 8

11.12.06

Dos Rodríguez, 10 años después

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"Si diez años después te vuelvo a encontrar en algún lugar, no te olvides que soy distinto de aquél pero casi igual". Así cantaba Andrés Calamaro hace más de una década en "10 años después", una de las canciones más memorables de "Palabras Más, Palabras Menos", el que sería el último trabajo de estudio de Los Rodríguez, la fantástica banda que fundó con Ariel Rot y que aportaría algunas de las mejores canciones en castellano de los 90. Ahora, precisamente diez años después, la profecía se cumplió: la dupla volvió a juntarse sobre un escenario, y dejaron en claro que, como también reza el tango, diez años no son nada.

Como no podía ser de otra manera, la reunión de los dos genios pop fue un festival de canciones: las hubo de Calamaro solista, de Rot solista y las hubo, obviamente, de Los Rodríguez. Acompañados de una banda impecable, que incluyó en el bajo a Candy Caramelo –quien es, también, un ex Rodríguez- y a José "Niño" Bruno en batería, Calamaro y Rot se despacharon con dos horas a pura nostalgia.

Desde la apertura, con "Canal 69", la seguidilla de hits no se detuvo. Calamaro repasó su década solista, con canciones de "Alta Suciedad" ("Me Arde", "Elvis Está Vivo", "Crímenes Perfectos" y uno de los puntos más altos de la noche, la eterna "Flaca"); "Honestidad Brutal" ("Te Quiero Igual" y el cierre con la monumental "Paloma") y "El Salmón" (con la canción homónima, "Días Distintos" y la pachanguera "Tuyo Siempre"), al tiempo que debutó en vivo su más reciente producción, "Corazón En Venta". Por su parte, Rot hizo su aporte con "Ahora Piden Tu Cabeza" y "Baile De Ilusiones".

En un set minuciosamente diseñado para crear climas, los momentos más emotivos llegaron lógicamente con las canciones de la agrupación hispano-argentina. Así, "Dulce Condena" sonó tan fantástica como en aquél verano de 1994 que desembarcó en las radios argentinas, mientras que "Mi enfermedad" puso al público a cantar y saltar sin parar. El clima es de fiesta total cuando llegan los hits inoxidables "Sin Documentos", y "Mucho Mejor", que provocan delirio y ovación. Para el final, la dupla se guardó una sentida versión de "Me Estás Atrapando Otra Vez", una de las mejores canciones de la banda, al tiempo que para los bises, Calamaro y Rot recuperaron "Buena Suerte", la delicada balada que dio título al debut de Los Rodríguez, allá por 1991.

En todas ellas algo quedó claro: la alineación que reunió el Salmón para estos shows le hace mucho más honor a sus canciones que La Bersuit. Si bien la banda del pelado Cordera significó un apoyo emocional muy importante para el compositor a lo largo de su esperado regreso en 2005, el sonido más rockero que brindaron el virtuoso Rot y compañía era esperado y muy bienvenido. Y qué decir entonces del excepcional piano del legendario Ciro Fogliatta, cuyo elegante estilo decoró varias de las canciones de la noche.

Además, la audiencia pudo disfrutar del Calamaro más confiado en años. Lejos del tímido perfil mostrado en aquellos primeros Luna Parks, el Cantante recuperó el domino y la presencia escénica de sus mejores épocas. Pocos artistas del rock nacional han logrado un vínculo tan estrecho y sincero con su público como Calamaro: entre tema y tema, corean su nombre como si fuera un ídolo futbolístico, y el Salmón devuelve constantes gestos de genuino agradecimiento. "Esta podría ser la mejor noche de mi vida, han sido una audiencia inolvidable", reconoció emocionado, y su gente supo que lo decía de verdad.

Ni siquiera la lluvia –torrencial de a ratos- logró apagar la fiesta, y el cierre quedó a cargo nada menos que de "Paloma", probablemente el más grande himno que arrojó el rock nacional en los últimos años. Ya no se podía pedir más, y tras tanta demostración de afecto –desde ambos lados del escenario-, llegó el momento de correr bajo el diluvio.

"Se dice de mí que nunca vuelvo y siempre me estoy yendo a ningún lugar", dice la letra de "Corazón En Venta". Por una vez habrá que contradecir al Cantante: Calamaro en realidad nunca se fue, porque sus canciones nunca nos abandonaron.

27.11.06

¿Quieres ser Jarvis Cocker?

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Disco de la quincena: "Jarvis", de Jarvis Cocker

Dicen que desde la distancia las cosas se ven más claras. Algo así debe haberle ocurrido a Jarvis Cocker, quien luego de proporcionarle al mundo algunos de los momentos (musicales, gráficos y televisivos) más brillantes de los 90, optó por el exilio, primero musical y luego físico. El cantante de Pulp siempre se vio a sí mismo como un outsider: sin el encanto de Blur ni la arrogancia de Oasis, su banda logró abrirse camino como el patito feo del britpop, defendiendo las causas perdidas de los deformes, los excluidos y los discriminados.

Tras la silenciosa despedida de Pulp (su recopilación "Hits", de 2002, fue prácticamente ignorada), Cocker decidió abandonar Inglaterra y se instaló con su familia en Francia. Es desde esta perspectiva de donde parten las 14 canciones que conforman "Jarvis", su debut solista. Y desde lejos, parece que las islas no se ven nada bien…

Muchos Jarvis conviven en este disco. La primera cara que nos muestra es una bastante familiar: tal vez temeroso de defraudar a sus seguidores, la seguidilla de apertura se sitúa en el terreno familiar de las relaciones vistas desde una perspectiva femenina. "Podés dejar que te bese ahí donde no brilla el sol, pero no dejes que pierda tu tiempo", canta en "Don’t Let Him Waste Your Time", una canción que tranquilamente podría haber formado parte de "His ‘N’ Hers" (1994), y retoma la temática de clásicos como "Lipgloss". Así, durante 4 minutos es nuevamente 1994, y Jarvis nos canta sobre relaciones tormentosas desde una perspectiva femenina. Incluso dos de sus ex compañeros de Pulp, el bajista Steve Mackey y el guitarrista Richard Hawley, están ahí para que nada suene fuera de lugar.

Demostrando que el compositor se siente muy cómodo en este terreno aparece "Big Julie", uno de los puntos más altos del disco, que una vez más trata sobre el despertar sexual de una adolescente y su fascinación con la música pop, en una continuación natural de "The Night That Minnie Timperley Died", de "We Love Life", el último disco de Pulp. La veta más accesible de Cocker prosigue en el glam rock de "Black Magic", digna del mejor Lou Reed, y la liviana "Heavy Weather".

Sin embargo, es con la llegada de "I Will Kill Again" cuando el disco verdaderamente levanta vuelo. La canción es una de las múltiples pinceladas sobre la monótona vida urbana que plantea "Jarvis". "Conectate durante la noche, tomá media botella de vino, mirá mujeres desnudas de vez en cuando", relata con un dejo de resignación. Pero algo más oscuro se esconde detrás de la profunda voz de Cocker. "La gente me dice que soy una persona agradable. Pero sé que, de tener la oportunidad, mataré de nuevo", canta con perturbadora franqueza. Y lo peor es que suena demasiado verosímil. Más livianas pero en la misma veta descriptiva de la crisis de mediana edad aparecen las románticas "Baby’s coming home", con sus bellos xilófonos, y "Tonite", donde propone "consumamos algunas drogas y tengamos algo de sexo" como salida de la monotonía.

Recién sobre el final del disco nos encontramos con el Jarvis más combativo. Si bien su música siempre tuvo algo de contestatario, en Pulp su mirada era de corto alcance. Canciones como "Mis-Shapes" o "Common People" reivindicaban a los excluidos y marginados, y se elevaban como himnos de la clase trabajadora británica. Ahora carga directamente contra la clase política mundial y vaticina la caída de Occidente. "Así como el Imperio Romano se derrumbó, nosotros estamos siguiendo el mismo camino", canta el hijo pródigo de Sheffield en "From A to I". No hay esperanzas en esta canción: "es el final, ¿por qué no lo admites? Es lo mismo, desde Auschwitz hasta Ipswich".

Pero todo "Jarvis" es un precalentamiento para "Cunts Are Still Running The World", el glorioso cierre del disco y la mejor canción que compuso Cocker en casi una década. Con su estilo irreverente, pero sin perder su flema inglesa, se despacha "dicen que hay una ley natural (…) que la crema no puede evitar mantenerse en la cima. Y yo digo: la mierda flota". Y sube la apuesta: "dejémoslo en claro, chicos y chicas: los conchudos siguen manejando el mundo". Pero, una vez más, el final no es optimista: "si no te gusta, entonces andate. O usá tu derecho a protestar en las calles. Pero no imagines que serás escuchado". Tan irreverente es este Cocker modelo 2006 que en forma caprichosa relega este himno como track escondido, casi media hora después de finalizado el disco.

De ninguna manera el debut solista de Jarvis Cocker es la obra maestra que podría
habérsele exigido, pero no lo es porque su propio autor no lo deseó así. "Jarvis" deja en claro que la magnífica voz del ex Pulp sigue siendo su mejor arma, y que su capacidad melódica está intacta. Sin correr riesgos creativos, el disco nos propone un recorrido por la mente de Cocker, y el resultado es un disco franco y honesto, en el que desnuda sus fortalezas pero también sus inseguridades.

Calificación: 7

21.11.06

El Mono y sus negocios inconclusos

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No fue la mejor noche para Ian Brown. El debut en Argentina del ex cantante de los Stone Roses sin dudas generaba expectativas, por el peso de su trayectoria y por el puñado de fans de la ya mítica banda de Manchester que esperaba la oportunidad de verlo en vivo. El resultado, si bien no puede ser calificado de malo, fue, más bien, pálido.

Desde el comienzo de su presentación quedaron en claro dos cosas: Brown no es un gran cantante en vivo, y tampoco tiene muchos recursos para despertar el entusiasmo de un público que, en gran medida, no lo conocía. Sin canciones reconocibles, y con un sonido de a ratos desastroso, el Mono batalló durante poco más de una hora por sacar a flote un show que se presentó complicado desde el vamos. Hay que reconocer, sin embargo, que el cantante le puso empeño: ejecutó algunos pases de baile, soportó estoicamente los recurrentes acoples, e incluso intentó una tímida comunicación con el público. Pero sólo esporádicamente logró sacar a la audiencia de su apatía.

El concierto fue de menos a más: tuvo un inicio frío, con versiones erráticas de temas como "Love Like A Fountain" y "Dolphins Were Monkeys". Recién "Keep What You Got", la magnífica colaboración con Noel Gallagher presente en su último disco de estudio ("Solarized", de 2005), generó la primera reacción en la audiencia. Aún pese a que las guitarras estaban pregrabadas.

Y luego ocurrió algo extraño: fruto de su curiosa amistad con Babasónicos, Brown invitó al escenario al guitarrista de la banda argentina, Mariano Roger, a tocar nada menos que las únicas dos canciones de los Stone Roses que se harían presentes en la noche. Difícil tarea la del músico argentino, ponerse en los zapatos del virtuoso John Squire. En consecuencia, Roger se las arregló bastante bien con la celebradísima "I Wanna Be Adored", y sufrió bastante con "Waterfall", uno de los más grandes clásicos de la banda de Manchester. Tras ello, la banda completa, con Adrián Dárgelos a la cabeza, subió al escenario, ante un público que optó más por la indiferencia que por el aplauso.

Curiosamente, sería el cierre con la hermosa "F.E.A.R." (probablemente la canción más popular de Brown) el punto más alto de la noche. Allí sí el público terminó de salir de su apatía, e incluso se animó a seguir coreando las letras que dan título a la canción, aún después de que esta había terminado.

Errático debut en Buenos Aires para el Rey Mono, que seguramente logró convencer a sus fanáticos incondicionales, pero sólo de a ratos al resto de la audiencia.

19.11.06

La ceremonia de New Order

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Algunos artistas trascienden lo meramente musical, y algunos shows son mucho más que una colección de canciones. New Order son mucho más que una banda, y sus presentaciones son mucho más que recitales: los ex Joy Division son leyendas, y sus shows son eventos, ceremonias en los que el pasado y el presente se unen en canciones repletas de climas, atmósferas, emociones. El impecable show que dieron en el Club Ciudad de Buenos Aires es un ejemplo de porqué ocupan el lugar que tienen en la historia de la música.

Desde la apertura con la poderosa "Crystal", hasta el emotivo final con la conmovedora "Love Will Tear Us Apart", New Order demostraron que siguen tan saludables como siempre, que el tiempo no pasó y que saben hacer muy bien lo suyo. Decir que son una banda de los 80 es equivocarse profundamente: los temas más nuevos, como las fantásticas "Krafty", "Turn" y "Waiting For The Siren's Call", de su último disco, son clásicos instantáneos que no tienen nada que envidiar a sus canciones más populares, y se integran perfectamente en un setlist sin fisuras.

Comandados por un Peter Hook desenfrenado, la banda sabe cuándo rockear ("Crystal", "Ceremony"), cuándo conmover ("KW1", "Turn") y cuando poner al público a bailar (sobre todo en la increíble "Temptation" y en el hit masivo "Blue Monday"). Tampoco faltó el recuerdo de Joy Division, en la poderosa "Transmission", la solemne "Atmosphere" (una de las mejores composiciones del desaparecido Ian Curtis) y el arrollador final con el mayor clásico de todos, "Love Will Tear Us Apart".

Si bien la voz de Bernard Summer se perdía de a ratos en medio de tanta parafernalia pop, el cantante hizo gala de sus dotes de showman al animarse a bailar, girar, saltar y animar al público, todo sin alejarse demasiado del micrófono de pie. Luego de 25 años, el público argentino pudo ver en persona a una de las bandas más importantes de las últimas tres décadas. Su notable show de Buenos Aires demostró que la espera valió la pena.

5.11.06

Canciones asesinas

Disco de la quincena: "Sam's Town", de The Killers

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¿Qué pasa si tomamos la grandilocuencia de Queen, le agregamos la fuerza de U2 y le sumamos un cantante a medio camino entre David Bowie y Robert Smith? ¿Qué pasa si una banda decide no apostar a lo seguro y en cambio da rienda suelta a su ambición y emprende un viaje con destino incierto? "Sam's Town", el segundo disco de The Killers es una prueba de que, a veces, el que apuesta gana.

No fue un riesgo menor el que tomó la banda de Las Vegas con este disco. Su primer trabajo, "Hot Fuss" (2004) era una mezcla de himnos pop y sintetizadores ochentosos, entretenido pero no necesariamente novedoso, y repetir la fórmula les hubiera garantizado ventas millonarias. Sin embargo, decidieron saltar al vacío, se propusieron grabar el disco de sus vidas y lo lograron. A veces, el exceso de confianza no es un pecado.

Glorioso, ridículo, avasallador. Poderoso, grandilocuente, grotesco… todos son adjetivos válidos para describir a este disco. Las ideas fluyen en todas las direcciones, se acumulan, chocan, se multiplican y superponen. The Killers no le temen al ridículo, y allí radica el secreto de su éxito. Cada canción es un pequeño himno, la banda no escatima recursos para dotar de monumentalidad a cada segundo del álbum.

Brandon Flowers deforma su voz hasta hacerla irreconocible, los coros suenan como salidos de una iglesia, las guitarras son estridentes, los cambios de ritmo se suceden. Cada canción es una montaña rusa sonora, un viaje a 1.000 kilómetros por hora. "Bling (Confessions Of A King)" roza el ridículo, y allí radica su belleza, mientras que "Sam's Town" (la canción) es grotescamente cautivante. "My List" es monumental, "Why Do I Keep Counting" demolerá estadios. Las increíblemente pegadizas "Read My Mind" y "For Reasons Unknown", lo único que ha sobrevivido de "Hot Fuss", nos recuerdan a "Mr. Brightside" y sonarán en nuestras mentes por meses. "When You Were Young" conmueve por su arrolladora franqueza.

Podría haber sido un fiasco, pero salió una obra maestra. Podría haber sido el final de su carrera, pero los catapultó a otro nivel. "Esperamos que hayan disfrutado de su estadía", dicen las estrofas finales de "Exitlude". Sin dudas que lo hicimos. Estamos ante uno de los discos del año.

Calificación: 9