Champagne Supernova

23.3.06

Las llaves de Richard

Disco de la quincena: "Keys to the world", de Richard Ashcroft

“Estoy cantando una canción simple” dice Richard Ashcroft en “Simple song". Y tal vez esa sea la clave para comprender “Keys to the world”, la tercera producción solista del ex cantante de The Verve.

Cuando Ashcroft lanzó su primer disco en solitario a mediados de 2000 (luego de alcanzar el estrellato mundial con “Urban Hymns”, el último disco de The Verve, en 1997), la expectativa era muy alta. De hecho, hubo quienes llamaron al cantautor “la última esperanza del rock británico”. Para ser francos, Ashcroft cumplió con tal expectativa a medias: luego del hit instantáneo “A song for the lovers”, tanto el álbum como el resto de los singles cayeron rápidamente en el olvido. Además, una lesión alejó al cantante de los escenarios a poco de iniciada la gira. En 2002 fue el turno de “Human conditions”, que tuvo una recepción tibia tanto de la prensa como del público.

Así las cosas, “Keys to the world” sea probablemente el disco más maduro de Ashcroft. Completamente dedicado ahora a las baladas melancólicas, el ex The Verve ofrece una producción que resulta interesante en su primera mitad y repetitiva en la segunda. Si el CD fuera un vinilo, podríamos decir que la cara A, compuesta por las primeras cinco canciones, posee la mejor colección de canciones de la carrera de Ashcroft. Por el contrario, las 5 que completan la obra son pobres intentos de repetir fórmulas ya gastadas.De este modo, el disco tiene un inicio realmente prometedor: la poderosa “Why not nothing” y la alegre “Music is power” van atrapando al oyente hasta desembocar en la fantástica trilogía “Break the night with colour”, “Words just get in the way” y “Keys to the world”, sin dudas lo mejor de todo el disco.

En la preciosa “Break the night…”, Ashcroft presenta un clavicordio al mejor estilo George Harrison a la vez que su voz suena a mitad de camino entre Tom Petty y Bob Dylan. Luego es el turno de la melancólica “Words just get in the way”, la mejor canción del disco y un tema capaz de llevar a las lágrimas hasta al oyente más recio. Tras esta catarata emocional, Ashcroft nos arroja a la cara “Keys to the world”, mirada crítica y fría al "suicida" mundo actual.

Hasta aquí, todo bárbaro. El problema es que el cantautor no sabe cómo mantener el interés al llegar a la mitad del disco, y por ello repite las fórmulas. Así, “Sweet brother Malcolm” es un autoplagio de “Words…”, “Cry til the morning” es un poco creíble ensayo de confesión íntima y las intrascendentes “Simple song” y “World keeps turning” son débiles intentos de levantar un poco el ánimo tras tanta balada lacrimógena. Sólo “Why do lovers?” logra destacarse por encima de sus compañeras en el tramo final del disco. La apuesta era arriesgada: lo que en manos de otros sería una empalagosa balada para FM melosas, en la notable voz de Ashcroft es una preciosa declaración de amor. Parece que a Richard le encantan las cuerdas: todo el disco está repleto de ellas, y esta canción es una de las que mejor las aprovechan.

Como se verá, “Keys to the world” es un disco desparejo. Cuando da rienda suelta a su espontaneidad, Ashcroft es capaz de entregar canciones simples pero preciosas, y prueba de ello dan los primeros temas del album. Por el contrario, cuando se esfuerza por sonar triste o, paradójicamente, demasiado alegre, el resultado es forzado y poco creíble. Richard dice tener las llaves del mundo: ahora es cuestión de esperar y ver qué hace con ellas.

Calificación: 7

13.3.06

Notable show de Oasis en el Campo de Polo

Un poco tarde, pero aquí está la reseña del recital de Oasis del pasado 10 de marzo en el Campo de Polo...

Pasaron nada menos que 5 años desde la última visita de Oasis a la Argentina. En aquél entonces, la situación de la banda era complicada: su último disco, el malogrado "Standing on the shoulder of giants", no había cumplido con las expectativas de la prensa y de muchos fans. La banda tenía una formación nueva y no parecían muy cómodos con su catálogo reciente. El resultado fue un show decente pero con una tibia respuesta del público y los medios.

Pero eso fue en enero de 2001. Marzo de 2006 nos mostró un Oasis renacido: acompañados de "Don't believe the truth", su disco más sólido en años, Oasis regresó a Buenos Aires y terminó de consolidar un romance con el público argentino iniciado con los ensordecedores conciertos de 1998. Durante una hora y cuarenta minutos, los hermanos Gallagher demostraron que, pese a que tal vez ya no sean la banda más grande del mundo, siguen siendo uno de los artistas que mejor se desempeñan arriba de un escenario.

El comienzo fue arrollador: Turn up the sun, Lyla, Bring it on down y Morning Glory pusieron a saltar y gritar a las 45.000 almas que se reunieron en el Campo de Polo. Superados algunos problemas iniciales de sonido, Oasis desplegó todo su potencial sonoro en la poderosa Cigarettes & Alcohol, irónicamente dedicada por Liam a Diego Maradona.

Después fue el turno de que Noel se luciera: con las geniales The importance of being idle y The masterplan demostró que, además de un compositor sublime, es un gran cantante. De más está decir que fueron dos de los puntos más altos de la noche.

Tras esto, Liam regresó al escenario para interpretar la bellísima Songbird, con guitarras acústicas, pianos y melotrones incluídos. Le siguió A bell will ring, que nuevamente demostró que suena mucho mejor en vivo que la versión de estudio.

Fue entonces cuando el show entró en el momento más épico de la noche. Como una catarata, la banda nos arrojó monumentales versiones de algunos de los himnos más grandes de los 90: durante Aquiesce, Live forever, Wonderwall y Champagne Supernova, Oasis dejó en claro porqué es la banda más grande de todos los tiempos. Ni los poderosos U2 son capaces de entregar 20 minutos más emocionantes que los proporcionados por los Gallagher cuando hacen lo que mejor saben: tocar canciones escritas para estadios. En el medio, una incendiaria versión de Mucky fingers, con un Zak Starkey descontrolado que demostró que es el mejor baterista que alguna vez tuvo la banda.

Con la previsible Rock & roll star llegó el final del set. Sin embargo, todos sabíamos que el show no terminaba allí, y por ello al poco tiempo la banda regresó al escenario para entregar una notable versión de Guess god thinks I'm Abel. No me cansaré de decirlo: es notable cómo gana fuerza esta canción en vivo. Este arreglo es el correcto, mucho mejor que la pálida versión de estudio. Siguiendo con las composiciones de Liam, fue el turno de la arrolladora The meaning of soul, otra canción que suena mucho mejor en directo.

A Oasis le gustan los cierres épicos. Es por ello que se reservaron para el final la monumental Dont' look back in anger, que puso a todo el estadio a cantar a grito pelado en el momento más emocionante de toda la noche. Como vienen haciéndolo desde 2002, la última canción del set fue My generation, el notable cover de los Who que Oasis eligieron para cerrar sus shows. Pese a que gran parte del público no la conocía, la canción es el cierre ideal para un show tan poderoso como el que brinda la versión 06 de la banda de Manchester.

Debo decir que el concierto fue de menos a más. El show comenzó con algunos problemas de sonido, esperables en un predio tan amplio y ventoso, pero una vez fueron superados la banda desplegó todo su poderío. Pasaron 8 años desde la primera visita de Oasis a la Argentina, pero esta tercera presentación logró consolidar un vínculo especial con el público, que esperemos se cristalice en numersosas visitas igualmente exitosas en el futuro.

10.3.06

Me recibí!!!!

Ayer, 9 de marzo de 2006, defendí exitosamente mi tesis y me recibí de Licenciado en Periodismo. Por suerte salió todo muy bien!
Parece mentira lo rápido que pasó todo... fueron cinco años de mucho sacrificio pero también de muchas satisfacciones. Fueron cientos de horas de estudio, toneladas de libros leídos y millones de fotocopias subrayadas, docenas de trabajos prácticos interesantes y también algunos francamente estúpidos, incontables horas de video editadas y decenas de metros de diarios analizados, millones de caracteres tipeados en PC e incalculables litros de tinta depositados prolijamente en decenas de cuadernos.
Por ello, ahora que estoy al final del camino (y también al comienzo de otro) quiero agradecer a todos aquellos que caminaron conmigo: principalmente a mi familia, porque sólo ellos conocen el sacrificio real realizado, pero también a mis amigos, porque sin su apoyo tampoco hubiera podido llegar hasta aquí.
Por último, quiero también agradecer a todos los que tuvieron el gesto de compartir conmigo mis primeros minutos como licenciado. No tengo palabras para expresarles mi gratitud por haber estado ahí.
Bueno, los dejo por ahora. Los quiero y voy a tratar cada día de cumplir con las expectativas que todos depositan en mi.

2.3.06

IMPRESIONANTE recital de U2 en Buenos Aires

Podría decir que el show fue impresionante, que la banda sonó mejor que nunca, que Bono tiene una presencia escénica nunca antes vista. Podría decir que el recital fue increíble, con una selección de canciones impecables y en un marco imponente. Pero todo eso ya fue dicho muchas veces. Esta vez voy a quedarme con otra cosa: los shows de U2 son mucho más que un simple recital. Son una experiencia única para ojos, oídos y espíritu. La manera en que las canciones se mezclan con las imágenes, la forma que tienen para crear momentos y atmósferas es algo indescriptible.

Todo comenzó bastante temprano. Para evitar eventuales colas, decidí ir al estadio a las 4 de la tarde. Debo decir que la organización fue impecable: entré caminando lo más tranquilo, sin esperar un minuto. El ambiente en el estadio era impecable: mucha juventud, varias parejas y algún que otro vejete (aunque muchos menos de los que esperaba).

La espera se hizo corta: entre charlas sobre temas varios (fútbol y música, básicamente), el tiempo voló. En los parlantes, sonaron The Smiths, The Clash, Blur, Kasabian y Razorlight (canté “The golden touch” como si los estuviera viendo en vivo). De repente, era de noche y salió Franz Ferdinand. No tengo mucho para decir de ellos más que su presentación fue prolija. No me llamaban mucho la atención antes y este recital no cambió mi opinión. Sonaron muy bien, Kapranos tiene algunos destellos de showman y no se le achicaron al Monumental. Pero pasemos a lo importante.

22:05… las luces se apagan… comienza a sonar el temazo de Arcade Fire que sirve de introducción… y de la nada, aparece The Edge. La introducción es inconfundible: “City of blinding lights” nos vuela la cabeza. 60.000 personas deliramos y cantamos a los gritos “oh-you-look-so-beautifulllllll… tonight!!”. Difícilmente podrían haber elegido una canción mejor para abrir.
La fiesta sigue con “Vertigo”, y el campo no deja de saltar. Le sigue una versión increíble de “Elevation”, con un arreglo nuevo que los fans ya conocíamos pero que sorprendió a los desprevenidos.
Ahora sí, los platos fuertes. Si hay una canción que suena increíble en vivo, si hay una canción que yo estaba esperando, ésa es “Until the end of the world”. Es de esos temas que nunca salen mal, y esta vez no fue la excepción. Sólo voy a decir una cosa: la guitarra de Edge es impresionante. Uno de los puntos más altos de la noche. Ahora sí, se vienen los hits todos juntos: jóvenes y adultos deliraron con “New year’s day”, clásico que logró unir a todos los presentes. Después, la primera gran ovación de la noche: una versión increíble de “I still haven´t found what I’m looking for”, que Bono aprovechó para decir en su rudimentario español “Gracias por esperarnos después de haber pasado momentos tan difíciles y que han sido superados por la nueva Argentina". Las referencias al país continuaron en “Beautiful day”: Bono cambió la letra y cantó sobre Buenos Aires, la Patagonia, el Río de la Plata y muchas otras cosas que no terminé de entender por su pobre español. Lo importante es la intención.

Luego de este inicio arrollador, llegó el momento de la parte emotiva. Acompañado tan solo por la guitarra de Edge, Bono cantó “The first time”, canción que nunca habían hecho entera hasta la gira actual. Luego le tocó el turno a una conmovedora versión de “Sometimos you can´t make i ton your own”, que Bono dedicó “a mi padre”. Aquí dio rienda suelta a todo su caudal de voz, en una gran muestra de talento.

El momento de las “canciones políticas” llegó con la habitual trilogía “Love or peace or else”- “Sunday bloody sunday” – “Bullet the blue sky”. Sobre la primera y la tercera, diré que nunca me entusiasmaron demasiado, pero que en vivo suenan increíble. En ellas, Edge dio rienda suelta a todo su talento, en unos solos impresionantes. En el medio de “Sunday bloody sunday” Bono cantó “Rock the Casbah”, de los Clash.

En lo que fue una verdadera sorpresa para mí, la gran ovación de la noche se la llevó “Miss Sarajevo”. No sabía que los argentinos tenían tanto afecto por esta canción, y la interpretación de Bono en la parte operística en italiano arrancó el aplauso masivo de todo el estadio.

Qué puedo decir de “Pride” que no haya sido dicho antes: si no te emociona esta canción, estás en el recital equivocado. Sobre el final, la pantalla se cubrió de las banderas de Latinoamérica, y entonces fue el momento de “Where the streets have no name”. A esta altura el estadio ya era una fiesta. Como si fuera poco, tras ella llegó “One”, en la que todos los presentes prendimos encendedores y celulares. Con ella terminó el set principal, y los U2 dejaron el escenario. La espera fue corta, porque en seguida llegaron los bises.

La banda volvió al escenario con “Zoo station”, una canción que pocos en el estadio conocían y que nunca me resultó particularmente atractiva. Al menos, Bono cantó la letra original, a diferencia de los shows de Estados Unidos. El “segmento Achtung Baby” prosiguió con una impecable versión de “The fly”, que personalmente me fascina. Después fue el turno de una excelente versión de “Mysterious ways”, y 60.000 almas bailamos como locos al ritmo de una de las canciones más funk de U2.

No entendí bien qué pasó durante “With or without you”. Bono amagó con subir a una chica al escenario, pero por alguna razón no ocurrió. Tal vez hayan sido los de seguridad, no lo sé bien, pero me dio la sensación de que Bono se ofuscó un poco y no le puso muchas ganas al resto de la canción.
Finalizada la canción, la banda abandonó el escenario por segunda vez.

Ahora sí me surgió algo de incertidumbre. Pero la espera no fue mucha, porque volvieron al escenario en seguida. Aquí decidieron darse un pequeño gusto personal: tocaron “Fast cars”, cara B de “Vertigo” y una elección rara para un país que no tiene tradición de comprar singles. En un momento sentí que era la única persona en el estadio que la conocía… tal vez la única canción del setlist que hubiera cambiado. The Edge siguió con la acústica y fue el turno de la hermosa “Yahweh”.

Ahora era el turno de ver con qué cerraban. Yo quería “40”, pero “All I want is you” me encantó. Finalizada la canción, llegó el momento de la gran sorpresa de la noche: una versión acústica de “Love is blindness”, canción con la que cerraban la gira Zoo TV y que no tocaban desde 1993. Para alguien que siguió con detalle el Vertigo Tour y se sabe de memoria los setlists, fue una grata sorpresa. De hecho, hoy los fans de todo el mundo están envidiosos por el regalito que nos hizo la banda.

Y así se terminó esta verdadera celebración que fue la primera noche de U2 en Buenos Aires. Con un setlist que satisfizo a fans y espectadores casuales, los irlandeses demostraron por qué son la banda más grande del mundo.