Champagne Supernova

27.11.06

¿Quieres ser Jarvis Cocker?

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Disco de la quincena: "Jarvis", de Jarvis Cocker

Dicen que desde la distancia las cosas se ven más claras. Algo así debe haberle ocurrido a Jarvis Cocker, quien luego de proporcionarle al mundo algunos de los momentos (musicales, gráficos y televisivos) más brillantes de los 90, optó por el exilio, primero musical y luego físico. El cantante de Pulp siempre se vio a sí mismo como un outsider: sin el encanto de Blur ni la arrogancia de Oasis, su banda logró abrirse camino como el patito feo del britpop, defendiendo las causas perdidas de los deformes, los excluidos y los discriminados.

Tras la silenciosa despedida de Pulp (su recopilación "Hits", de 2002, fue prácticamente ignorada), Cocker decidió abandonar Inglaterra y se instaló con su familia en Francia. Es desde esta perspectiva de donde parten las 14 canciones que conforman "Jarvis", su debut solista. Y desde lejos, parece que las islas no se ven nada bien…

Muchos Jarvis conviven en este disco. La primera cara que nos muestra es una bastante familiar: tal vez temeroso de defraudar a sus seguidores, la seguidilla de apertura se sitúa en el terreno familiar de las relaciones vistas desde una perspectiva femenina. "Podés dejar que te bese ahí donde no brilla el sol, pero no dejes que pierda tu tiempo", canta en "Don’t Let Him Waste Your Time", una canción que tranquilamente podría haber formado parte de "His ‘N’ Hers" (1994), y retoma la temática de clásicos como "Lipgloss". Así, durante 4 minutos es nuevamente 1994, y Jarvis nos canta sobre relaciones tormentosas desde una perspectiva femenina. Incluso dos de sus ex compañeros de Pulp, el bajista Steve Mackey y el guitarrista Richard Hawley, están ahí para que nada suene fuera de lugar.

Demostrando que el compositor se siente muy cómodo en este terreno aparece "Big Julie", uno de los puntos más altos del disco, que una vez más trata sobre el despertar sexual de una adolescente y su fascinación con la música pop, en una continuación natural de "The Night That Minnie Timperley Died", de "We Love Life", el último disco de Pulp. La veta más accesible de Cocker prosigue en el glam rock de "Black Magic", digna del mejor Lou Reed, y la liviana "Heavy Weather".

Sin embargo, es con la llegada de "I Will Kill Again" cuando el disco verdaderamente levanta vuelo. La canción es una de las múltiples pinceladas sobre la monótona vida urbana que plantea "Jarvis". "Conectate durante la noche, tomá media botella de vino, mirá mujeres desnudas de vez en cuando", relata con un dejo de resignación. Pero algo más oscuro se esconde detrás de la profunda voz de Cocker. "La gente me dice que soy una persona agradable. Pero sé que, de tener la oportunidad, mataré de nuevo", canta con perturbadora franqueza. Y lo peor es que suena demasiado verosímil. Más livianas pero en la misma veta descriptiva de la crisis de mediana edad aparecen las románticas "Baby’s coming home", con sus bellos xilófonos, y "Tonite", donde propone "consumamos algunas drogas y tengamos algo de sexo" como salida de la monotonía.

Recién sobre el final del disco nos encontramos con el Jarvis más combativo. Si bien su música siempre tuvo algo de contestatario, en Pulp su mirada era de corto alcance. Canciones como "Mis-Shapes" o "Common People" reivindicaban a los excluidos y marginados, y se elevaban como himnos de la clase trabajadora británica. Ahora carga directamente contra la clase política mundial y vaticina la caída de Occidente. "Así como el Imperio Romano se derrumbó, nosotros estamos siguiendo el mismo camino", canta el hijo pródigo de Sheffield en "From A to I". No hay esperanzas en esta canción: "es el final, ¿por qué no lo admites? Es lo mismo, desde Auschwitz hasta Ipswich".

Pero todo "Jarvis" es un precalentamiento para "Cunts Are Still Running The World", el glorioso cierre del disco y la mejor canción que compuso Cocker en casi una década. Con su estilo irreverente, pero sin perder su flema inglesa, se despacha "dicen que hay una ley natural (…) que la crema no puede evitar mantenerse en la cima. Y yo digo: la mierda flota". Y sube la apuesta: "dejémoslo en claro, chicos y chicas: los conchudos siguen manejando el mundo". Pero, una vez más, el final no es optimista: "si no te gusta, entonces andate. O usá tu derecho a protestar en las calles. Pero no imagines que serás escuchado". Tan irreverente es este Cocker modelo 2006 que en forma caprichosa relega este himno como track escondido, casi media hora después de finalizado el disco.

De ninguna manera el debut solista de Jarvis Cocker es la obra maestra que podría
habérsele exigido, pero no lo es porque su propio autor no lo deseó así. "Jarvis" deja en claro que la magnífica voz del ex Pulp sigue siendo su mejor arma, y que su capacidad melódica está intacta. Sin correr riesgos creativos, el disco nos propone un recorrido por la mente de Cocker, y el resultado es un disco franco y honesto, en el que desnuda sus fortalezas pero también sus inseguridades.

Calificación: 7

21.11.06

El Mono y sus negocios inconclusos

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No fue la mejor noche para Ian Brown. El debut en Argentina del ex cantante de los Stone Roses sin dudas generaba expectativas, por el peso de su trayectoria y por el puñado de fans de la ya mítica banda de Manchester que esperaba la oportunidad de verlo en vivo. El resultado, si bien no puede ser calificado de malo, fue, más bien, pálido.

Desde el comienzo de su presentación quedaron en claro dos cosas: Brown no es un gran cantante en vivo, y tampoco tiene muchos recursos para despertar el entusiasmo de un público que, en gran medida, no lo conocía. Sin canciones reconocibles, y con un sonido de a ratos desastroso, el Mono batalló durante poco más de una hora por sacar a flote un show que se presentó complicado desde el vamos. Hay que reconocer, sin embargo, que el cantante le puso empeño: ejecutó algunos pases de baile, soportó estoicamente los recurrentes acoples, e incluso intentó una tímida comunicación con el público. Pero sólo esporádicamente logró sacar a la audiencia de su apatía.

El concierto fue de menos a más: tuvo un inicio frío, con versiones erráticas de temas como "Love Like A Fountain" y "Dolphins Were Monkeys". Recién "Keep What You Got", la magnífica colaboración con Noel Gallagher presente en su último disco de estudio ("Solarized", de 2005), generó la primera reacción en la audiencia. Aún pese a que las guitarras estaban pregrabadas.

Y luego ocurrió algo extraño: fruto de su curiosa amistad con Babasónicos, Brown invitó al escenario al guitarrista de la banda argentina, Mariano Roger, a tocar nada menos que las únicas dos canciones de los Stone Roses que se harían presentes en la noche. Difícil tarea la del músico argentino, ponerse en los zapatos del virtuoso John Squire. En consecuencia, Roger se las arregló bastante bien con la celebradísima "I Wanna Be Adored", y sufrió bastante con "Waterfall", uno de los más grandes clásicos de la banda de Manchester. Tras ello, la banda completa, con Adrián Dárgelos a la cabeza, subió al escenario, ante un público que optó más por la indiferencia que por el aplauso.

Curiosamente, sería el cierre con la hermosa "F.E.A.R." (probablemente la canción más popular de Brown) el punto más alto de la noche. Allí sí el público terminó de salir de su apatía, e incluso se animó a seguir coreando las letras que dan título a la canción, aún después de que esta había terminado.

Errático debut en Buenos Aires para el Rey Mono, que seguramente logró convencer a sus fanáticos incondicionales, pero sólo de a ratos al resto de la audiencia.

19.11.06

La ceremonia de New Order

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Algunos artistas trascienden lo meramente musical, y algunos shows son mucho más que una colección de canciones. New Order son mucho más que una banda, y sus presentaciones son mucho más que recitales: los ex Joy Division son leyendas, y sus shows son eventos, ceremonias en los que el pasado y el presente se unen en canciones repletas de climas, atmósferas, emociones. El impecable show que dieron en el Club Ciudad de Buenos Aires es un ejemplo de porqué ocupan el lugar que tienen en la historia de la música.

Desde la apertura con la poderosa "Crystal", hasta el emotivo final con la conmovedora "Love Will Tear Us Apart", New Order demostraron que siguen tan saludables como siempre, que el tiempo no pasó y que saben hacer muy bien lo suyo. Decir que son una banda de los 80 es equivocarse profundamente: los temas más nuevos, como las fantásticas "Krafty", "Turn" y "Waiting For The Siren's Call", de su último disco, son clásicos instantáneos que no tienen nada que envidiar a sus canciones más populares, y se integran perfectamente en un setlist sin fisuras.

Comandados por un Peter Hook desenfrenado, la banda sabe cuándo rockear ("Crystal", "Ceremony"), cuándo conmover ("KW1", "Turn") y cuando poner al público a bailar (sobre todo en la increíble "Temptation" y en el hit masivo "Blue Monday"). Tampoco faltó el recuerdo de Joy Division, en la poderosa "Transmission", la solemne "Atmosphere" (una de las mejores composiciones del desaparecido Ian Curtis) y el arrollador final con el mayor clásico de todos, "Love Will Tear Us Apart".

Si bien la voz de Bernard Summer se perdía de a ratos en medio de tanta parafernalia pop, el cantante hizo gala de sus dotes de showman al animarse a bailar, girar, saltar y animar al público, todo sin alejarse demasiado del micrófono de pie. Luego de 25 años, el público argentino pudo ver en persona a una de las bandas más importantes de las últimas tres décadas. Su notable show de Buenos Aires demostró que la espera valió la pena.

5.11.06

Canciones asesinas

Disco de la quincena: "Sam's Town", de The Killers

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¿Qué pasa si tomamos la grandilocuencia de Queen, le agregamos la fuerza de U2 y le sumamos un cantante a medio camino entre David Bowie y Robert Smith? ¿Qué pasa si una banda decide no apostar a lo seguro y en cambio da rienda suelta a su ambición y emprende un viaje con destino incierto? "Sam's Town", el segundo disco de The Killers es una prueba de que, a veces, el que apuesta gana.

No fue un riesgo menor el que tomó la banda de Las Vegas con este disco. Su primer trabajo, "Hot Fuss" (2004) era una mezcla de himnos pop y sintetizadores ochentosos, entretenido pero no necesariamente novedoso, y repetir la fórmula les hubiera garantizado ventas millonarias. Sin embargo, decidieron saltar al vacío, se propusieron grabar el disco de sus vidas y lo lograron. A veces, el exceso de confianza no es un pecado.

Glorioso, ridículo, avasallador. Poderoso, grandilocuente, grotesco… todos son adjetivos válidos para describir a este disco. Las ideas fluyen en todas las direcciones, se acumulan, chocan, se multiplican y superponen. The Killers no le temen al ridículo, y allí radica el secreto de su éxito. Cada canción es un pequeño himno, la banda no escatima recursos para dotar de monumentalidad a cada segundo del álbum.

Brandon Flowers deforma su voz hasta hacerla irreconocible, los coros suenan como salidos de una iglesia, las guitarras son estridentes, los cambios de ritmo se suceden. Cada canción es una montaña rusa sonora, un viaje a 1.000 kilómetros por hora. "Bling (Confessions Of A King)" roza el ridículo, y allí radica su belleza, mientras que "Sam's Town" (la canción) es grotescamente cautivante. "My List" es monumental, "Why Do I Keep Counting" demolerá estadios. Las increíblemente pegadizas "Read My Mind" y "For Reasons Unknown", lo único que ha sobrevivido de "Hot Fuss", nos recuerdan a "Mr. Brightside" y sonarán en nuestras mentes por meses. "When You Were Young" conmueve por su arrolladora franqueza.

Podría haber sido un fiasco, pero salió una obra maestra. Podría haber sido el final de su carrera, pero los catapultó a otro nivel. "Esperamos que hayan disfrutado de su estadía", dicen las estrofas finales de "Exitlude". Sin dudas que lo hicimos. Estamos ante uno de los discos del año.

Calificación: 9