La esperanza en el sonido
Disco de la quincena: The Good, The Bad And The Queen
"Llamando a otros sonidos, ustedes allí en los mares. Hoy todo es monótono y tenue en una pequeña y malhumorada islita de gente confundida". Damon Albarn dedicó la primera mitad de su carrera a convertirse en una celebridad verborrágica, y pasó la segunda intentando demostrar que es un artista serio. Luego de grabar algunos de los mejores discos de los ’90 al frente de Blur, emprendió una búsqueda personal y sonora que lo llevó a extremos tan disímiles como el hip hop electrónico de Gorillaz y la música africana de Mali. Pero nunca es suficiente, porque Albarn es un hombre en constante búsqueda, un artista incómodo e inconformista, siempre a la espera del siguiente proyecto, la próxima experiencia.
"The Good, The Bad And The Queen" es, entonces, un nuevo escalón en su camino. Desde el principio queda claro que, como todo lo que hizo desde 2000 a esta parte, es más un disco solista que un trabajo de equipo. Puede haber reunido a un verdadero dream team musical (de hecho, cuenta con la colaboración nada menos que del bajista de The Clash, Paul Simonon, el guitarrista de The Verve, Simon Tong; y el baerista Tony Allen de Africa 70), pero el líder indiscutido es siempre Albarn. Es su hipnótica voz la que da vida a las canciones, son sus demonios y fantasmas los que pueblan las letras.
Algunos compararon a este disco con "Parklife", la aguda crítica social a la Inglaterra consumista que editó Blur en 1994. Pero, a nivel sonoro, poco hay en común entre ambos trabajos. En todo caso, "The Good…" remite más al Blur de "Modern Life Is Rubbish" ("Kingdom Of Doom", "80’s Life") y a algunos tramos de Gorillaz ("Herculean") que a aquél magnífico disco paradigma del britpop. Sin embargo, hay un hecho ineludible: una vez más, Albarn asume el papel de cronista de su tiempo, en canciones que son pequeñas postales del Londres siglo XXI.
La melancolía lo cubre todo, puebla las canciones y se pasea sobre la guitarra espectral de Tong, el discreto bajo de Simonon y las maquinales baterías de Allen, para finalmente descender sobre la frágil voz de Albarn. Así, la nostálgica "Behind The Sun" es un canto a la inocencia de la infancia, cuando las cosas eran más simples, mientras que la preciosa "80’s Life" es casi un grito desesperado: "no quiero vivir una guerra que no tendrá fin en nuestro tiempo". Por su parte, los tracks centrales del disco ("Herculean", "Kingdom Of Doom") muestran que su capacidad de escribir estribillos impecables sigue intacta, al tiempo que "A Soldier’s Tale" y "Green Fields" nos traen al Albarn más honesto en años.
A menudo se acusa a Albarn de parecerse más al perfeccionista insufrible que al creador torturado. Suele decirse que su música nace de su cerebro y no de su corazón. Sea esto verdad o no, hay un hecho indiscutible: estamos, cada vez más, ante un artista inclasificable, un viajero incansable en búsqueda permanente. El mismo lo deja en claro en "80’s life": "La esperanza yace en el sonido".
Calificación: 8